Uno de los conjuntos que más alegrías ha dado al deporte español en las últimas décadas, ha sido sin duda la selección de waterpolo. Un gran bloque en el que destacaban por encima del resto dos figuras: Manel Estiarte y el portero Jesús Rollán.
Jesús tuvo la “relativa” suerte de lesionarse de los ligamentos, por lo que abandonó la práctica de otros deportes como fútbol o baloncesto, para zambullirse definitivamente en el mundo del waterpolo. Su carrera plagada de éxitos, tanto con sus distintos clubes como con la selección donde tuvo su punto culminante en las Olimpiadas.
De la mano de Joan Jané, el equipo fue capaz de lograr una medalla de plata en Barcelona ´92, para 4 años más tarde en Atlanta superarse a sí mismos, subiendo a lo más alto del cajón. Quien no recuerda ese tremendo morreo entre Estiarte y Rollán que dio la vuelta al mundo tras proclamarse campeones. Aquel partido contra Croacia está en el recuerdo de cualquier gran aficionado al deporte en España. En aquella misma competición, el waterpolista presentó a Urdangarín y a la infanta Cristina, colaborando así en el aumento de la natalidad en Zarzuela
Años más tarde, en un telemaratón de televisión para recaudar fondos, Rollán puso al servicio del programa su medalla de oro para que fuera subastada. Al ser preguntado sobre que precio le pondría él para iniciar la puja, su respuesta fue muy clara: “Decidirlo vosotros porque para mí su valor es incalculable”. Tantos años luchando por aquella medalla, que al final fue vendida al mejor postor por unos dos millones de pesetas.
Hace un año nos llegaba la noticia de la muerte del joven guardameta de 37 años, al suicidarse desde un balneario donde seguía distintas terapias. El mundo del deporte se volcó con un hombre que siempre iba por una sonrisa en la boca, con un hombre que hizo de su gorro rojo un compañero de viaje a lo largo y ancho de las piscinas del mundo, y que lo dio todo por el waterpolo. Para él, su vida deportiva lo era todo, por lo que al concluirla, no fue capaz de seguir adelante y nos dejó para siempre, dejando un legado de gran campeón a sus espaldas.
Jesús tuvo la “relativa” suerte de lesionarse de los ligamentos, por lo que abandonó la práctica de otros deportes como fútbol o baloncesto, para zambullirse definitivamente en el mundo del waterpolo. Su carrera plagada de éxitos, tanto con sus distintos clubes como con la selección donde tuvo su punto culminante en las Olimpiadas.
De la mano de Joan Jané, el equipo fue capaz de lograr una medalla de plata en Barcelona ´92, para 4 años más tarde en Atlanta superarse a sí mismos, subiendo a lo más alto del cajón. Quien no recuerda ese tremendo morreo entre Estiarte y Rollán que dio la vuelta al mundo tras proclamarse campeones. Aquel partido contra Croacia está en el recuerdo de cualquier gran aficionado al deporte en España. En aquella misma competición, el waterpolista presentó a Urdangarín y a la infanta Cristina, colaborando así en el aumento de la natalidad en Zarzuela
Años más tarde, en un telemaratón de televisión para recaudar fondos, Rollán puso al servicio del programa su medalla de oro para que fuera subastada. Al ser preguntado sobre que precio le pondría él para iniciar la puja, su respuesta fue muy clara: “Decidirlo vosotros porque para mí su valor es incalculable”. Tantos años luchando por aquella medalla, que al final fue vendida al mejor postor por unos dos millones de pesetas.
Hace un año nos llegaba la noticia de la muerte del joven guardameta de 37 años, al suicidarse desde un balneario donde seguía distintas terapias. El mundo del deporte se volcó con un hombre que siempre iba por una sonrisa en la boca, con un hombre que hizo de su gorro rojo un compañero de viaje a lo largo y ancho de las piscinas del mundo, y que lo dio todo por el waterpolo. Para él, su vida deportiva lo era todo, por lo que al concluirla, no fue capaz de seguir adelante y nos dejó para siempre, dejando un legado de gran campeón a sus espaldas.
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