Nos situamos en julio del 2000. Lance Amstrong, seguía con su tiranía en el pelotón que duraría varios años más, hasta conseguir sus 7 Tours. Aquel día frío y lluvioso, las montañas de los Pirineos, escribirían en letras de oro, el nombre de Javier Otxoa. En una etapa épica, y tras 160 kilómetros de fuga, fue capaz de aguantar en los últimos repechos, el ataque de Amstrong que llegaba desde atrás como una moto. Al final, el americano dejó casi sentenciado el Tour, pero el español consiguió una victoria memorable en Hautacam, para guardar en los libros de grandes momentos del deporte de nuestro país.
Un año más tarde, y mientras Javier preparaba la Vuelta a España con su hermano Ricardo, un conductor arrolló a los dos ciclistas, dejando en coma a Javier durante varios meses, y sesgando la vida del otro Otxoa. Tras una dura recuperación, y con numerosas secuelas, Javier Otxoa decidió volver a subirse a una bicicleta.
Todo un ejemplo de superación personal, Javier no volvería a pisar las duras rampas del Tour de Francia, pero le esperaban muchos retos deportivos en su nueva vida de ciclista paralímpico. Numerosas medallas ha dado a nuestro deporte en diversas competiciones, desde Juegos Olímpicos a Campeonatos de Europa, y como él dice: “Aunque tengo muchas secuelas, me puedo considerar una persona afortunada”.
Nominado a los próximos premios Laureaus, los Oscars del deporte, y con su vida en un telefilme, que pronto será estrenada en el cine, a Javier todavía le quedan muchos kilómetros por recorrer y muchas alegrías por dar a nuestro deporte, pero aunque haya tenido la suerte de ser una persona conocida y contar con diversas ayudas, tiene muy claro que para ser el mejor hay que darlo todo: “Aquí nadie te regala nada. O aprietas el culo, o no consigues medalla”. Esta misma filosofía es la que ha seguido a lo largo de su trágica vida para poder seguir adelante en los duros momentos.
Un año más tarde, y mientras Javier preparaba la Vuelta a España con su hermano Ricardo, un conductor arrolló a los dos ciclistas, dejando en coma a Javier durante varios meses, y sesgando la vida del otro Otxoa. Tras una dura recuperación, y con numerosas secuelas, Javier Otxoa decidió volver a subirse a una bicicleta.
Todo un ejemplo de superación personal, Javier no volvería a pisar las duras rampas del Tour de Francia, pero le esperaban muchos retos deportivos en su nueva vida de ciclista paralímpico. Numerosas medallas ha dado a nuestro deporte en diversas competiciones, desde Juegos Olímpicos a Campeonatos de Europa, y como él dice: “Aunque tengo muchas secuelas, me puedo considerar una persona afortunada”.
Nominado a los próximos premios Laureaus, los Oscars del deporte, y con su vida en un telefilme, que pronto será estrenada en el cine, a Javier todavía le quedan muchos kilómetros por recorrer y muchas alegrías por dar a nuestro deporte, pero aunque haya tenido la suerte de ser una persona conocida y contar con diversas ayudas, tiene muy claro que para ser el mejor hay que darlo todo: “Aquí nadie te regala nada. O aprietas el culo, o no consigues medalla”. Esta misma filosofía es la que ha seguido a lo largo de su trágica vida para poder seguir adelante en los duros momentos.
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